
Era muy curioso ver que los juegos tenían temporadas. Nadie sabía como iniciaba, pero de repente todos traían yoyos, y era un frenesí el tener no solo el mejor, sino realizar las maniobras mas extravagantes, apenas empezaban unos a dominar "el perrito" (que consiste en lanzar el yoyo y hacerlo mantenerse abajo unos segundos, desplazándolo un poco hacia el frente, antes de subirlo nuevamente a la mano) cuando de repente, se decretaba una nueva temporada de juegos, ya sea el trompo o las canicas, con su respectiva (y misteriosa) aparición a la venta en las tiendas de Villa de Cos (La Favorita, el Cascarazo o con Don Victorio).
Entre esas intermitentes oleadas de juegos, se atravesó la euforia por el box. En las noches de los sábados se escuchaban por el radio las peleas de los entonces triunfadores mexicanos, y las proezas de los pesos completos gabachos. Así pues, con el ánimo de recrear las hazañas de los boxeadores, el grupo de niños -lidereados por los mayores (o más "chiludillos")- organizaron un breve torneo de box.
Ya estaba el grupo enardecido, a la expectativa de la pelea, un chico trajo de quien sabe donde, unos cansados y desgastados guantes, que el mas valiente se apresuró a colocarse; pero ¿quien se le iba a enfrentar?, ¿quien se atrevería a desafiar a ese malandro grandulón? Aquí es donde aparece nuestro personaje, que aunque no era el mas chico del grupo si era el más inocente, y creyó en la estrategia que el organizador le planteó.
Mira -le dijo- nosotros vamos a controlar todo, te vamos a hacer "la balona" y si vemos que te estan madreando, luego luego sonamos la campana, así como en las de a deveras.
Tal fue el poder de convencimiento que nuestro personaje (que le llamaremos "el chayo") se aprestó a ponerse los guantes, que ni siquiera se lograban ajustar a sus delgados brazos.
Se inició el disparejo combate, los niños "abrieron cancha" y entre risas, chiflidos y polvareda se les veía en una pose muy formal de combate, por un lado, con su panza al aire, los pantalones arremangados y mirada amenazante "calsus clei", todo un peso completo y frente a él, un

Fueron pocos los golpes, al inicio, estaban midiendo sus distancias, el chayo apenas desapartaba un poco los guantes de su cara para ver donde pisaba, cuando un impacto lo hizo trastabillar, los gritos del público apagaron el estrépito de su caída. El inmenso rival se le fue encima y montándose encima del caido se dispuso a darse gusto con su víctima. Entre el concierto de golpes, muy apenas se alcanzaba a escuchar: -gonzaaaalooo, suena la tantaaanaaaa, suena la tantaaaanaaaa.... Súplica que gonzalo no escuchó o no quiso escuchar, daba igual ya que nadie tenía forma de tocar la campana, simplemente porque no había ninguna.
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